Historia del aceite de oliva virgen
El aceite de oliva tiene una tradición histórica en España que se remonta a la época de los fenicios y se cree que fueron ellos a lo largo de los tiempos los que propagaron este cultivo por las Islas Griegas y costas de España hace más de 3000 años. El aceite de oliva los griegos lo extraían mediante prensas de madera y los romanos mediante prensas de piedra formadas por conos movidas por animales. Durante la Edad Media se empezaron a utilizar las ruedas de molino. Hubo que esperar cientos de años para que llegaran las máquinas de vapor y con ellas los inventos importantes. Una piedra circular donde se echaba la aceituna y sobre la cual giraban cuatro rodillos en forma de cono machacando y moliendo la aceituna; molinos estos que con la llegada de la energía eléctrica se fueron modernizando hasta nuestros días.
La principal producción de aceite de oliva virgen abarca desde Andalucía hasta Cataluña principalmente, marcando las distintas denominaciones de origen del aceite de oliva. Cada olivar depende de su historia de su lugar y de las aceitunas que se ha adaptado a las condiciones del suelo y de su clima. No todos los aceites de oliva son iguales porque ellos dependen de la tierra y de su forma de elaboración, pero todos son fundamentales en la dieta mediterránea española y del mundo.
Para obtener aceites de oliva, con calidad, la aceituna ha de estar hecha, en su estado óptimo de maduración, ser sana y no defectuosa, exenta de residuos y recogida con esmero para que no se deteriore y debe procesarse dentro de las 24 a 48 horas máximo, siguientes a su recogida, cuidar su temperatura en la elaboración del aceite y una vez obtenido este conservarlo en depósitos de acero inoxidable en bodegas a temperatura ambiente 20 a 22º, donde este decanta tras su filtración.
Atendiendo a la climatología la recolección comienza a finales de noviembre, principios de diciembre más recomendable y finaliza a finales de marzo o principio de abril. Cuanto más tarde mejor, más hecha está la aceituna en el árbol y menos amargor en sus aceites. Los métodos empleados para la recolección de la aceituna de vuelo, o sea del olivo son sistemas manuales como ordeño con un peine o a mano, o vareo con largas varas que golpean las ramas del olivo hasta que cae el fruto a unas mantas que rodean el olivo. También existen los vibradores que consisten en un brazo que se acopla al tronco de las ramas y las hace vibrar mediante una máquina o motor y ahorra mucho trabajo al oleicultor.
El olivo y sus frutos han estado presentes de siempre en la historia de los hombres y han ocupado un lugar relevante en las antiguas civilizaciones. En la antigüedad el aceite de oliva se usaba como medicina y en ceremonias religiosas. Ahora es básico para nuestras ensaladas y en crudo es como mejor sienta a nuestro organismo.
En nuestra almazara de Gójar, ya en 1879 se había implantado el sistema de empedrado, con tres rulos interconectados para la molturación, movidos por un motor a través de energía eléctrica y mediante un sistema de poleas se activaban las distintas maquinarias, a parte del empedrado, para que funcionase toda la instalación. Las prensas hidráulicas se activaban por dichas poleas directamente y las bombas y pistones se accionaban mediante el movimiento de estas correas perfectamente sincronizadas que permitían moler la aceituna a la vez que las prensas hidráulicas extraían el rico jugo de la oliva, el cual pasaba a unos pozos decantadores de los cuales se separaba el agua, la hamila y el aceite, cada cual a su destino, el aceite a la bodega y la hamila a las denominadas hamileras. El orujo, salía seco y se llevaba en planchas a la orujera.
En la actualidad el sistema es completamente distinto, separa el aceite mediante un decanter, del alpeorujo que sale húmedo y que va directamente a la orujera. Y el aceite se almacena en grandes depósitos de acero inoxidable a temperatura ambiente para decantación, antes del último filtrado para ser envasado en la envasadora.